Siempre se ha repetido hasta la saciedad por nuestros padres la famosa frase/dicho de “cuando seas padre, comerás huevos”. Y, siempre, uno se preguntaba exactamente qué cojones querrían decir esas palabras (aunque una idea bastante aproximada y no literal nos hiciéramos).
Pues bien, el que suscribe, lleva tiempo logrando entender casi a la perfección aquellas sabias y austeras palabras de progenitor, aunque seguro estoy de no entenderlo a la perfección hasta que no sienta la necesidad de partirle la cabeza a mi hijo con un martillo a sus quince años de edad, je, je …
Mi pequeñín, ha pasado los peores días desde que está con nosotros “gracias” a una gastroenteritis aguda que lo ha dejado hecho unos “zorros” … (si le añadimos que ese mismo día le pusieron vacuna, que está resfriado, que las muelas le empujan, y que ya no se puede fumar ni el water de tu casa … je,je, je … Y esto, me ha servido para descubrir (más si cabe) lo que se puede llegar a sentir por alguien.
Es una lucha de sentimientos absolutamente contradictorios: de un lado, el horror y el miedo que te invade a perder algo. Y no es la cartera, el móvil, un amigo, una novia … ahora, esas sensaciones puntuales, las veo como una estupidez enorme de adolescente o inmaduro rabioso.
Y, de otro, una sensación de amor y cariño absoluto por ese pequeñajo que te sonríe cada mañana. Ni siquiera el estar enamorado me produce esa sensación … de hecho, ni se le acerca … porque el amor que sientes hacía él, únicamente sale del corazón, no de la cabeza.
Quería compartir esta electricidad interior con vosotros … y animaros a experimentarla. Cuando la descarga es dolorosa … es MUY dolorosa …. Pero, cuando es de alegría, es lo más bonito que alguien pueda sentir … Te quiero hijo.